Estudiante de la Licenciatura en Nutrición, Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), Universidad de Guadalajara (UdeG).
Estudiante de la Licenciatura en Nutrición, Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), Universidad de Guadalajara (UdeG).
Doctora en Genética Humana, Departamento de Disciplinas Filosóficas, Metodológicas e Instrumentales, CUCS, UdeG
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Composición de la leche materna: un buffet completo
La lactancia materna (LM) es la forma más natural y sencilla de proporcionar al bebé los nutrientes, anticuerpos y beneficios emocionales que necesita. Su composición incluye proteínas, grasas, carbohidratos, minerales y vitaminas como A, C y E, con propiedades antiinflamatorias y antioxidantes. Además, contiene glóbulos blancos que fortalecen el sistema inmunológico. También aporta hormonas como la insulina, la leptina y la grelina, las cuales regulan el hambre, la saciedad y el metabolismo del bebé, contribuyendo a la prevención de enfermedades crónicas como la diabetes, el sobrepeso y la obesidad [1].
Imagina que la leche materna es como un «menú completo» diseñado a la medida del bebé. No solo lo alimenta, sino que también le brinda una protección extra, como si recibiera vitaminas, defensas contra infecciones y nutrientes en un solo plato. Al igual que una sopa caliente que ayuda a combatir un resfriado, la leche materna está llena de anticuerpos que fortalecen el sistema inmunológico del bebé, ayudándolo a prevenir enfermedades comunes como resfriados o infecciones.
Además de ser un menú completo, alimentar a un bebé «a libre demanda» es como tener un buffet siempre disponible. El bebé puede comer cuando tenga hambre, tanto de día como de noche, asegurando así que reciba la cantidad exacta que necesita en cada momento. La OMS y UNICEF recomiendan la lactancia materna exclusiva desde el nacimiento hasta los seis meses. Esto significa que no se deben proporcionar otros alimentos ni líquidos, y que los bebés deben ser alimentados a libre demanda, es decir, siempre que lo soliciten, sin importar la hora del día o la noche [1].
Hambre y saciedad: regulación natural desde el nacimiento
La leche materna es como una «bebida inteligente» que se adapta a las necesidades del bebé, ya que no solo lo alimenta, sino que también le ayuda a regular la cantidad de leche que necesita ingerir. El hambre es la necesidad fisiológica de consumir alimentos para obtener nutrientes, mientras que la saciedad es la sensación de estar lleno después de haber comido lo suficiente.
Podemos imaginar el hambre como una alarma que se activa cuando el cuerpo necesita energía, similar a la luz de advertencia de un coche cuando el tanque está vacío. La saciedad, en cambio, es como cuando el tanque del coche está lleno y la luz de advertencia se apaga. El equilibrio entre estos procesos es regulado por el sistema nervioso central (SNC), en particular por el hipotálamo, que activa o inhibe las hormonas responsables del apetito. Entre ellas, la grelina y la leptina desempeñan un papel clave como «mensajeros» del cuerpo: la grelina actúa como una alarma que indica «tengo hambre», mientras que la leptina envía la señal de «alto», indicando que el bebé ha comido lo suficiente [2].
Cuando el estómago del bebé está vacío, se activa la grelina, enviando señales al cerebro para buscar alimento. Una vez que ha ingerido la cantidad necesaria, la leptina toma el control y le indica al cerebro que debe detenerse, evitando así el consumo excesivo de alimento [3]. Es como si el cuerpo del bebé supiera exactamente cuándo parar. A diferencia de la leche de fórmula, que sigue un patrón fijo, los bebés amamantados pueden autorregular su consumo y detenerse de manera natural cuando están satisfechos, lo que les ayuda a evitar comer en exceso. De este modo, la lactancia materna actúa como un «termómetro de hambre» que enseña al bebé a reconocer cuándo ha recibido suficiente alimento, reduciendo el riesgo de sobrealimentación. En contraste, los bebés alimentados con biberón podrían no identificar con la misma facilidad las señales de saciedad [3,4].
La microbiota intestinal: el refuerzo de defensa del bebé
Otro beneficio de la lactancia materna es que promueve el crecimiento de bacterias benéficas en el intestino del bebé. Estas no solo favorecen la digestión, sino que también desempeñan un papel clave en la prevención de la obesidad, otras enfermedades metabólicas y el adecuado funcionamiento del sistema inmunológico.
Los oligosacáridos presentes en la leche materna actúan como prebióticos, es decir, como el alimento preferido de estas bacterias, permitiéndoles crecer y mantener un equilibrio saludable en el intestino del bebé. Este proceso es fundamental para el desarrollo de un sistema inmunológico robusto y para la regulación del metabolismo energético. Además, la microbiota intestinal influye en la sensibilidad a la insulina y en la manera en que el cuerpo almacena las grasas, lo que sugiere una relación directa entre la lactancia materna y la prevención de la obesidad [5].
Imagina que la microbiota intestinal es como un «ejército» de bacterias benéficas que protegen el intestino del bebé. La leche materna actúa como su «entrenador», proporcionándoles las herramientas necesarias para mantenerse fuertes y eficaces en la lucha contra enfermedades. Del mismo modo en que una vacuna prepara al cuerpo para combatir infecciones, la leche materna contribuye al desarrollo de una microbiota saludable, ofreciendo una protección a largo plazo contra la obesidad y otros trastornos metabólicos.
Desarrollo de patrones alimentarios saludables
Adicionalmente, la lactancia materna favorece el desarrollo de patrones alimentarios saludables, ya que actúa como una «puerta de entrada» a un mundo de sabores. Los bebés amamantados están expuestos a los sabores de la dieta materna, lo que los prepara para aceptar una mayor variedad de alimentos cuando comienzan a consumir sólidos, fomentando así hábitos alimentarios más saludables.
Esto les permite estar más dispuestos a aceptar alimentos nutritivos, como frutas y verduras, a medida que crecen. En contraste, los bebés alimentados con fórmulas lácteas suelen desarrollar una mayor preferencia por alimentos ultraprocesados y azucarados, lo que puede aumentar el riesgo de obesidad. Además, el acto de succionar en el pecho permite que los bebés realicen pausas naturales mientras se alimentan, lo que les ayuda a identificar mejor las señales de saciedad. Por el contrario, aquellos que son alimentados con biberón tienden a succionar de manera más continua, lo que puede llevarlos a comer en exceso y a desarrollar hábitos alimentarios menos saludables [5].
Prevención de la obesidad infantil: evidencia científica
Finalmente, se ha observado que la lactancia materna disminuye el riesgo de obesidad, ya que estudios sugieren que influye en la programación epigenética, modulando genes relacionados con el metabolismo. Esta regulación puede ayudar al bebé a mantener un peso saludable a lo largo de su vida. Podemos imaginar el ADN como un libro de recetas que le indica al cuerpo cómo llevar a cabo sus propios procesos metabólicos. En este sentido, la leche materna actúa como una serie de notas adhesivas que señalan cuáles recetas deben usarse y cuáles no, ayudando así a prevenir el sobrepeso en el futuro.
Por ello, los bebés alimentados con leche materna tienen menos probabilidades de desarrollar obesidad en la vida adulta, ya que esta «entrena» su organismo desde el inicio para mantener un equilibrio metabólico adecuado [4,5].
Figura 1. Influencia de la lactancia materna en la regulación metabólica, inmunológica y digestiva del lactante.
Algunos estudios han comparado el tipo de alimentación durante los primeros años de vida con la probabilidad de desarrollar obesidad en etapas posteriores. Los niños que fueron amamantados, en comparación con aquellos alimentados con fórmulas lácteas (FL), presentan un menor riesgo de obesidad, siendo este efecto más pronunciado en países de ingresos bajos y medianos en comparación con los de altos ingresos. La ausencia de lactancia materna aumenta significativamente el riesgo de obesidad en la infancia [5], como se ilustra en la siguiente Tabla 1.
Tabla 1. Probabilidad de desarrollar obesidad según tipo de alimentación, edad y nivel de ingreso. | |||
Tipo de alimentación | Riesgo de obesidad | Países de alto ingreso | Países de ingreso medio/bajo |
Lactancia materna exclusiva prolongada | Menor riesgo | Menor efecto | Mayor efecto |
Lactancia materna por menos de 6 meses | Aumento moderado del riesgo | Efecto leve | Efecto moderado |
Sin lactancia materna | Mayor riesgo | Mayor riesgo | Mayor riesgo |
Conclusiones
La lactancia materna es un método natural y eficaz para regular el metabolismo y fomentar patrones alimentarios saludables en los bebés, contribuyendo a la prevención de la obesidad infantil. Asimismo, fortalece el sistema inmunológico y participa en la regulación epigenética del metabolismo. Promover la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida puede impactar positivamente la salud infantil a largo plazo, ayudando a prevenir enfermedades crónicas como la obesidad.
[1] Modak A, Ronghe V, Gomase KP. The Psychological Benefits of Breastfeeding: Fostering Maternal Well-Being and Child Development. 2023 Oct, 9;15(10). Disponible en: https://www.cureus.com/articles/187248-the-psychological-benefits-of-breastfeeding-fostering-maternal-well-being-and-child-development?score_article=true#
[1] Gómez Gallego C, Pérez Conesa D, Bernal Cava MJ, Periago Castón MJ, Ros Berruezo G. Compuestos funcionales de la leche materna. Enferm Glob [Internet]. 2009 [citado el 12 de septiembre de 2024];(16):0–0. Disponible en: https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1695-61412009000200020
[2] Vásquez-Garibay EM, Larrosa-Haro A, Guzmán-Mercado E, Muñoz-Esparza N, García-Arellano S, Muñoz-Valle F, et al. Serum concentration of appetite‐regulating hormones of mother–infant dyad according to the type of feeding. Food Sci Nutr [Internet]. 2019;7(2):869–74. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1002/fsn3.938
[3] Herrero G, Andrades Ramirez C. Psiconutricion: Aprende a Tener Una Relacion Saludable Com La Comida. Audible Studios on Brilliance; 2021.
[4] Vásquez‐Garibay EM, Larrosa‐Haro A, Guzmán‐Mercado E, Muñoz‐Esparza N, García‐Arellano S, Muñoz‐Valle F, et al. Serum concentration of appetite‐regulating hormones of mother–infant dyad according to the type of feeding. Food Science & Nutrition [Internet]. 28 de enero de 2019;7(2):869-74. Disponible en: https://doi.org/10.1002/fsn3.938
[5] Vásquez E, Larrosa A, Muñoz N, et al. Relación entre el perfil lipídico, los indicadores antropométricos y las hormonas reguladoras del apetito en lactantes según el tipo de alimentación [Internet]. Nutrición Hospitalaria. 2022 [citado 17 de septiembre de 2024]. Disponible en: http://dx.doi.org/10.20960/nh.04477
Departamento de Inmunobioquímica, Instituto Nacional de Perinatología “Isidro Espinosa de los Reyes”, Ciudad de México.
Contacto: [email protected]
Departamento de Inmunobioquímica, Instituto Nacional de Perinatología “Isidro Espinosa de los Reyes”, Ciudad de México.
Estudiante de la Licenciatura en Biología, Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, Instituto Politécnico Nacional, Ciudad de México.
La lactancia materna es fundamental para la salud tanto de la madre como del bebé. Además de proporcionar los nutrientes necesarios para un crecimiento saludable del bebé, también fomenta un vínculo emocional profundo entre ambos. Durante la lactancia, el cuerpo de la madre produce una sustancia llamada oxitocina, conocida como la «hormona de la conexión». Esta hormona fortalece el lazo emocional entre la madre y el bebé, promoviendo una sensación de cercanía y bienestar mutuo. Asimismo, la oxitocina contribuye a mejorar el estado de ánimo y a reducir el estrés, beneficiando a ambos.
La leche materna: composición y propiedades únicas
La leche materna es única y, por su riqueza nutricional, a menudo se le llama «oro líquido». Contiene todo lo necesario para el crecimiento, desarrollo y supervivencia del bebé, asegurando su salud [1]. Un aspecto fascinante de la leche materna es su capacidad de adaptación: cambia según la hora del día y se ajusta a las necesidades del bebé conforme este crece. Su composición incluye vitaminas, minerales, proteínas, grasas e hidratos de carbono, elementos esenciales para mantener al bebé sano.
Un componente crucial de la leche materna son los lípidos (grasas), que representan aproximadamente el 4% de su composición, pero aportan la mitad de la energía que el bebé recibe. Durante una toma, la cantidad de grasa varía: al inicio, la leche contiene menos grasa, mientras que al final tiene una mayor concentración. Además, la leche materna contiene una enzima llamada lipasa, que facilita la digestión de las grasas, algo especialmente importante para los recién nacidos, ya que aún no producen suficiente lipasa por sí mismos.
Beneficios de los componentes específicos de la leche materna
Los lípidos de la leche materna son esenciales para diversas funciones en el organismo del bebé, como la formación de membranas celulares, el desarrollo de los órganos y la reducción de la inflamación [2]. Entre estos lípidos destacan el DHA y el ARA, grasas clave para el desarrollo del cerebro y la visión. Por ejemplo, el DHA contribuye al desarrollo de las conexiones neuronales, fundamentales para la memoria, el aprendizaje y la toma de decisiones [1].
Además, la leche materna contiene oligosacáridos, un tipo de azúcar que los bebés no pueden digerir, pero que actúan como alimento para las bacterias benéficas del intestino del bebé, conocidas como microbioma. Estas bacterias son esenciales para mantener el equilibrio del organismo y proteger contra infecciones. Se ha descubierto que la leche materna alberga hasta 820 tipos diferentes de bacterias, provenientes tanto de la madre como del bebé. Estas bacterias son las primeras en colonizar el intestino del recién nacido, influyendo de manera significativa en su salud a corto y largo plazo.
Otro componente importante de la leche materna son las inmunoglobulinas, que fortalecen el sistema inmunológico del bebé y lo protegen contra infecciones. También contiene lactoferrina, una proteína con propiedades antioxidantes que combate bacterias y favorece el desarrollo saludable del intestino del bebé. Además, la leche materna aporta proteínas como caseína, lactoalbúmina, citocinas y factores de crecimiento, esenciales para procesos biológicos fundamentales como la inflamación, el crecimiento y el desarrollo general del bebé [2].
Factores que afectan la composición de la leche materna
La composición de la leche materna puede verse influenciada por factores maternos y ambientales, como la edad, el peso, la dieta, el estado de salud y la variación geográfica [3].
Obesidad en mujeres embarazadas: impacto en la salud materno-infantil
Lamentablemente, en México es común observar que la obesidad afecta a mujeres en edad reproductiva y a embarazadas. Esta condición se caracteriza por una acumulación anormal de tejido adiposo, generalmente resultado de malos hábitos alimenticios con un deficiente aporte de nutrientes y un exceso de calorías, lo que repercute negativamente en la salud.
Las mujeres que inician y continúan su embarazo con sobrepeso u obesidad enfrentan una serie de complicaciones a corto y largo plazo que afectan negativamente su salud y la de su bebé. En la madre, estas complicaciones pueden incluir abortos espontáneos, muerte fetal, partos por cesárea y un alto riesgo de desarrollar alteraciones en el procesamiento de la glucosa (azúcar de los alimentos) y de los lípidos, lo que puede derivar en enfermedades como diabetes gestacional, hipertensión gestacional, preeclampsia (aumento de la presión arterial y pérdida de proteínas en la orina), hígado graso, inflamación y fallas en los sistemas antioxidantes. Además, la obesidad materna puede alterar funciones esenciales de la placenta, como el suministro de nutrientes y oxígeno al bebé, así como la eliminación de desechos. También se ha demostrado que la obesidad materna afecta el crecimiento y desarrollo fetal, aumentando el riesgo de peso elevado al nacer, malformaciones congénitas, defectos cardíacos y acumulación anormal de grasa [4].
Efectos de la obesidad en la lactancia materna
Durante la lactancia, la obesidad en las madres también impacta la transferencia de nutrientes al bebé, ya que altera la composición de la leche materna. Estas modificaciones pueden aumentar el riesgo de que los hijos de madres con obesidad desarrollen problemas como obesidad infantil, trastornos cerebrales, asma e incluso cáncer. Además, un aumento excesivo de peso durante el embarazo es una de las principales causas de problemas de salud en los bebés a largo plazo.
Otro problema asociado con la obesidad en las madres es la dificultad para establecer y mantener la lactancia. El exceso de grasa corporal afecta la producción de hormonas, lo que altera tanto la cantidad como la calidad de la leche materna. Por ejemplo, las madres con obesidad producen menos prolactina, la hormona responsable de estimular la producción de leche, en comparación con las mujeres de peso normal. Además, la obesidad suele estar asociada con alteraciones en los niveles de insulina, una hormona clave para que la glucosa entre a las células, lo que puede retrasar el inicio de la producción de leche y reducir su volumen. Estas dificultades también se relacionan con alteraciones en la función de ciertas proteínas y enzimas especializadas, como las que participan en la producción de grasas en la leche.
Por esta razón, las madres con obesidad tienden a amamantar durante menos tiempo y suelen introducir otros alimentos al bebé antes que las madres con un peso normal. Además, se ha observado que la leche de las madres con obesidad contiene menos nutrientes esenciales para el desarrollo del microbioma intestinal (el conjunto de microorganismos benéficos). Asimismo, aporta una menor cantidad de factores inmunológicos, lo que aumenta el riesgo de que sus bebés sufran infecciones [3].
Recomendaciones finales: el valor de amamantar
Después de lo expuesto anteriormente, podría parecer que enfrentamos un panorama desolador, y es natural preguntarse: ¿es perjudicial amamantar a mi bebé si tengo obesidad? La respuesta es no. Aunque es cierto que la leche materna puede verse influenciada por los efectos de la obesidad, también lo es que esta es un fluido vivo y activo, con la capacidad de autorregularse. Recordemos que el bebé es privilegiado por el organismo de la madre, y la leche materna emplea mecanismos protectores para ofrecer la mejor calidad posible, adaptándose a las necesidades del bebé. Por ello, es fundamental cuidar la alimentación durante y después del embarazo. Además, amamantar no solo favorece el vínculo afectivo entre madre e hijo, sino que también contribuye al cuidado de la salud y al desarrollo integral del recién nacido.
[1] Modak A, Ronghe V, Gomase KP. The Psychological Benefits of Breastfeeding: Fostering Maternal Well-Being and Child Development. 2023 Oct, 9;15(10). Disponible en: https://www.cureus.com/articles/187248-the-psychological-benefits-of-breastfeeding-fostering-maternal-well-being-and-child-development?score_article=true#
[2] Reniker LN, Frazer LC, Good M. Key biologically active components of breast milk and their beneficial effects. Seminars in Pediatric Surgery. 2023 Jun, 1;32(3):151306. Disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1055858623000537
[3] Álvarez D, Muñoz Y, Ortiz M, Maliqueo M, Chouinard-Watkins R, Valenzuela R. Impact of Maternal Obesity on the Metabolism and Bioavailability of Polyunsaturated Fatty Acids during Pregnancy and Breastfeeding. Nutrients. 2020 Dec, 23;13(1). Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7822469/
[4] Zhang C X, Candia CC, Sferruzzi-Perri AN. Placental inflammation, oxidative stress and fetal outcomes in maternal obesity. Trends in Endocrinology and Metabolism. July 2024, vol. 35, No. 7.