Autores
Yessica Dorin Torres Ramos
Departamento de Inmunobioquímica, Instituto Nacional de Perinatología “Isidro Espinosa de los Reyes”, Ciudad de México.
Contacto: [email protected]
Silvia Fuentes García
Departamento de Inmunobioquímica, Instituto Nacional de Perinatología “Isidro Espinosa de los Reyes”, Ciudad de México.
José Luis Saucedo Hernández
Departamento de Inmunobioquímica, Instituto Nacional de Perinatología “Isidro Espinosa de los Reyes”, Ciudad de México.
Desde el inicio de los tiempos, el embarazo ha sido un fenómeno que requiere toda la atención y cuidado posible. Sin embargo, esto no garantiza evitar un “desenlace adverso”, palabras que, como futura madre, no se desea escuchar. Lamentablemente, existen circunstancias que ponen en riesgo la llegada de un nuevo ser. Un claro ejemplo es la preeclampsia, una enfermedad específica del embarazo que suele presentarse aproximadamente en la semana 20 de gestación. Esta se caracteriza por un aumento de la presión arterial y, en casos severos, puede conllevar alteraciones como una elevación en la cantidad de proteínas en la orina (proteinuria).
La preeclampsia se considera un problema de salud pública, ya que pone en riesgo la vida de la madre y del bebé [1]. Por esta razón, es fundamental que la comunidad científica dirija sus investigaciones hacia el estudio del origen, diagnóstico, desarrollo y tratamiento de esta enfermedad. La preeclampsia es conocida como “la enfermedad de las teorías”, ya que su aparición durante el embarazo aún es un enigma.
El papel de la oxidación en la preeclampsia
Sin embargo, de lo que sí estamos seguros es del papel que juega el proceso de oxidación en el desarrollo de la preeclampsia [2]. Este fenómeno puede compararse con lo que ocurre con las manzanas: al oxidarse, cambian su apariencia. Algo similar sucede en las células, donde las moléculas responsables de la oxidación, denominadas radicales libres, que pueden provenir del oxígeno y del nitrógeno, se producen de manera incontrolada. Esto genera la modificación (oxidación) de diferentes moléculas en el organismo.
Ante esta problemática, en 2018 nuestro grupo de investigación publicó un artículo científico que demostró la presencia del proceso de oxidación en recién nacidos de mujeres que desarrollaron preeclampsia durante el embarazo. Esto nos lleva a preguntar: ¿el bebé nace oxidado? Para responder a esta interrogante, es necesario ponernos en contexto.
Metodología: análisis de la oxidación en sangre del cordón umbilical
Como primer paso, solicitamos la autorización de la madre mediante la firma de un documento conocido como consentimiento informado, en el cual se explican los procedimientos de la investigación. Este procedimiento consistió en obtener muestras de sangre arterial del cordón umbilical, tomadas una vez que la placenta fue expulsada y el cordón umbilical cortado, lo que garantizó que en ningún momento estuviéramos en contacto directo con el bebé.
En el laboratorio, de la sangre obtenida del cordón umbilical separamos un componente llamado plasma, que utilizamos para aislar moléculas específicas denominadas lipoproteínas. Estas moléculas, compuestas por lípidos y proteínas, tienen como función transportar lípidos a diferentes órganos, una tarea esencial para llevar a cabo funciones vitales en el organismo. Las lipoproteínas se clasifican según sus características físicas, comúnmente conocidas como colesterol “bueno” (HDL) y colesterol “malo” (LDL). Sin embargo, como veremos más adelante, esta clasificación no es necesariamente correcta. Cabe mencionar que la abreviatura en inglés de HDL significa lipoproteínas de alta densidad, mientras que LDL se refiere a lipoproteínas de baja densidad.
El proceso de oxidación: un círculo vicioso molecular
Una vez obtenidas las partículas de LDL y HDL, mediante técnicas de laboratorio medimos su proceso de oxidación. Pero ¿a qué se refiere este proceso? Los radicales libres son los responsables de oxidar otras moléculas. Esto es posible debido a su naturaleza química, ya que les falta en su estructura ciertos elementos para ser estables (electrones). Para alcanzar esta estabilidad, los radicales libres «roban» lo que necesitan de otras moléculas. Recuerden que todo en el universo tiende a buscar la estabilidad.
El problema con los radicales libres radica en que, una vez que roban un electrón a otra molécula —en este caso, a una lipoproteína en su parte lipídica—, esa lipoproteína queda incompleta, es decir, inestable. Esto inicia un círculo vicioso: la lipoproteína inestable actúa como un nuevo radical libre, necesitando robar lo que le fue quitado a otra molécula, y así sucesivamente. Así comienza el proceso de oxidación de un lípido, el cual se divide en tres etapas:
- Iniciación: Los radicales libres roban un electrón a la parte lipídica de la lipoproteína, originando modificaciones estructurales y formando moléculas llamadas dienos conjugados, consideradas el primer producto de oxidación.
- Propagación: En esta etapa, ocurren una serie de reacciones químicas que generan un compuesto denominado lipohidroperóxido. Aquí es importante destacar que el organismo cuenta con sistemas de protección para evitar este daño. Específicamente, existe una proteína llamada paraoxonasa (PON-1), que tiene la capacidad de interrumpir la formación del lipohidroperóxido, deteniendo así el proceso de oxidación lipídica.
- Terminación: En esta última etapa se forma el malondialdehído, un compuesto químicamente sencillo, pero altamente tóxico debido a su gran reactividad. Una vez formado, este compuesto se une rápidamente a moléculas disponibles, como las lipoproteínas LDL y HDL [2]. Lo problemático de esta unión es que la molécula afectada pierde su capacidad de cumplir con su función biológica.
Anteriormente mencionamos que la LDL no es necesariamente el colesterol “malo” ni la HDL el “bueno”. En realidad, la HDL tiene la ventaja de tener un mayor porcentaje de proteínas que lípidos en su composición, mientras que la LDL tiene un mayor porcentaje de lípidos, lo que la convierte en un objetivo más atractivo para los radicales libres. Por otro lado, la paraoxonasa (PON-1) se encuentra en la parte proteica (Apo-A1) de las HDL, lo que otorga a estas lipoproteínas un sistema de protección personal que también puede proteger a las LDL. Además, la HDL no es tan atractiva para los radicales libres.
Por tanto, cuando en estudios de laboratorio observamos una mayor cantidad de LDL que de HDL, esto puede indicar que las LDL están sufriendo oxidación severa. En lugar de verlas como «colesterol malo», esto debe interpretarse como una señal para tomar medidas, como cuidar nuestra alimentación. Ahora, continuemos con la explicación de si los bebés nacen oxidados.
Hallazgos: oxidación en recién nacidos de madres con preeclampsia
Para medir la oxidación a nivel de proteínas también existen diversas técnicas de laboratorio, las cuales nos indican qué tanto han sido modificadas las proteínas. Con estas técnicas experimentales, pudimos observar que las LDL y HDL de los recién nacidos de mujeres con diagnóstico de preeclampsia presentaban un mayor nivel de oxidación a nivel de lípidos en comparación con las LDL y HDL de recién nacidos de mujeres que no tuvieron preeclampsia durante el embarazo. Este hallazgo fue corroborado al medir la actividad de la paraoxonasa en las HDL, donde encontramos una disminución significativa. Esto indica que la paraoxonasa no logró frenar la segunda y tercera etapa del proceso de oxidación lipídica.
En cuanto al daño a las proteínas, para nuestra sorpresa, no encontramos un daño evidente en las LDL y HDL de los recién nacidos de mujeres con preeclampsia, a pesar de que sus madres sí presentaron este tipo de daño. Aquí surge un aspecto interesante: existe una técnica experimental que mide en plasma la capacidad antioxidante total, la cual indica la capacidad global del organismo para defenderse de la oxidación (antioxidantes). En la sangre arterial del cordón umbilical de los recién nacidos de mujeres con diagnóstico de preeclampsia, observamos un aumento significativo en la capacidad antioxidante total en comparación con la de los recién nacidos de mujeres sin diagnóstico de preeclampsia.
Esto nos lleva a concluir que, efectivamente, la preeclampsia provoca modificaciones importantes en los recién nacidos [3]. En otras palabras, los bebés nacen oxidados; sin embargo, es de esperarse que, al desarrollarse en el vientre materno, la madre les haya aportado los antioxidantes necesarios para evitar daños graves que comprometan su vida.
Reflexión: La importancia de la investigación en preeclampsia
Es importante hacer una reflexión. Si bien el bebé suele estar protegido ante diversas eventualidades, habrá ocasiones en las que el organismo de la madre no contará con las herramientas necesarias para defenderlos a ambos. Por ello, nuestra función como investigadores es realizar estudios como este, que nos permitan comprender mejor la enfermedad y abordarla de manera más efectiva. Todo esto con la finalidad de mejorar la calidad de vida, reducir los riesgos tanto para la madre como para el bebé, y evitar escuchar las palabras “desenlaces adversos”.
Conflictos de interés
Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés.
Financiamiento
Esta investigación fue financiada por el Instituto Nacional de Perinatología Isidro Espinosa de los Reyes, a través del protocolo titulado: Evaluación del perfil de lípidos y su asociación con el estrés oxidativo en HDL y LDL, como indicadores de diagnóstico de fetopatías por preeclampsia en neonatos. Con número de registro: 3210-21001-02-14. Financiamiento otorgado a YDTR.
Referencias
[1] Negre-Salvayre A, Swiader A, Salvayre R, Guerby P. Oxidative stress, lipid peroxidation and premature placental senescence in preeclampsia. Archives of Biochemistry and Biophysics. 2022 Nov 1;730:109416–6.
[2] Gil-Acevedo L, Ceballos G, Torres-Ramos Y. Foetal lipoprotein oxidation and preeclampsia. Lipids in Health and Disease. 2022 Jun 4;21(1).
[3] León-Reyes G, Espino y Sosa S, Medina-Navarro R, Guzmán-Grenfell AM, Medina-Urrutia AX, Fuentes-García S, et al. Oxidative modifications of foetal LDL-c and HDL-c lipoproteins in preeclampsia. Lipids in Health and Disease [Internet]. 2018 May 10 [cited 2024 Sep 30];17(1). Available from: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29747696/
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