Autores
Yessica Dorin Torres Ramos
Departamento de Inmunobioquímica, Instituto Nacional de Perinatología “Isidro Espinosa de los Reyes”, Ciudad de México.
Contacto: [email protected]
Silvia Fuentes García
Departamento de Inmunobioquímica, Instituto Nacional de Perinatología “Isidro Espinosa de los Reyes”, Ciudad de México.
Abel Billar Pedraza
Estudiante de la Licenciatura en Biología, Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, Instituto Politécnico Nacional, Ciudad de México.
La lactancia materna es fundamental para la salud tanto de la madre como del bebé. Además de proporcionar los nutrientes necesarios para un crecimiento saludable del bebé, también fomenta un vínculo emocional profundo entre ambos. Durante la lactancia, el cuerpo de la madre produce una sustancia llamada oxitocina, conocida como la «hormona de la conexión». Esta hormona fortalece el lazo emocional entre la madre y el bebé, promoviendo una sensación de cercanía y bienestar mutuo. Asimismo, la oxitocina contribuye a mejorar el estado de ánimo y a reducir el estrés, beneficiando a ambos.
La leche materna: composición y propiedades únicas
La leche materna es única y, por su riqueza nutricional, a menudo se le llama «oro líquido». Contiene todo lo necesario para el crecimiento, desarrollo y supervivencia del bebé, asegurando su salud [1]. Un aspecto fascinante de la leche materna es su capacidad de adaptación: cambia según la hora del día y se ajusta a las necesidades del bebé conforme este crece. Su composición incluye vitaminas, minerales, proteínas, grasas e hidratos de carbono, elementos esenciales para mantener al bebé sano.
Un componente crucial de la leche materna son los lípidos (grasas), que representan aproximadamente el 4% de su composición, pero aportan la mitad de la energía que el bebé recibe. Durante una toma, la cantidad de grasa varía: al inicio, la leche contiene menos grasa, mientras que al final tiene una mayor concentración. Además, la leche materna contiene una enzima llamada lipasa, que facilita la digestión de las grasas, algo especialmente importante para los recién nacidos, ya que aún no producen suficiente lipasa por sí mismos.
Beneficios de los componentes específicos de la leche materna
Los lípidos de la leche materna son esenciales para diversas funciones en el organismo del bebé, como la formación de membranas celulares, el desarrollo de los órganos y la reducción de la inflamación [2]. Entre estos lípidos destacan el DHA y el ARA, grasas clave para el desarrollo del cerebro y la visión. Por ejemplo, el DHA contribuye al desarrollo de las conexiones neuronales, fundamentales para la memoria, el aprendizaje y la toma de decisiones [1].
Además, la leche materna contiene oligosacáridos, un tipo de azúcar que los bebés no pueden digerir, pero que actúan como alimento para las bacterias benéficas del intestino del bebé, conocidas como microbioma. Estas bacterias son esenciales para mantener el equilibrio del organismo y proteger contra infecciones. Se ha descubierto que la leche materna alberga hasta 820 tipos diferentes de bacterias, provenientes tanto de la madre como del bebé. Estas bacterias son las primeras en colonizar el intestino del recién nacido, influyendo de manera significativa en su salud a corto y largo plazo.
Otro componente importante de la leche materna son las inmunoglobulinas, que fortalecen el sistema inmunológico del bebé y lo protegen contra infecciones. También contiene lactoferrina, una proteína con propiedades antioxidantes que combate bacterias y favorece el desarrollo saludable del intestino del bebé. Además, la leche materna aporta proteínas como caseína, lactoalbúmina, citocinas y factores de crecimiento, esenciales para procesos biológicos fundamentales como la inflamación, el crecimiento y el desarrollo general del bebé [2].
Factores que afectan la composición de la leche materna
La composición de la leche materna puede verse influenciada por factores maternos y ambientales, como la edad, el peso, la dieta, el estado de salud y la variación geográfica [3].
Obesidad en mujeres embarazadas: impacto en la salud materno-infantil
Lamentablemente, en México es común observar que la obesidad afecta a mujeres en edad reproductiva y a embarazadas. Esta condición se caracteriza por una acumulación anormal de tejido adiposo, generalmente resultado de malos hábitos alimenticios con un deficiente aporte de nutrientes y un exceso de calorías, lo que repercute negativamente en la salud.
Las mujeres que inician y continúan su embarazo con sobrepeso u obesidad enfrentan una serie de complicaciones a corto y largo plazo que afectan negativamente su salud y la de su bebé. En la madre, estas complicaciones pueden incluir abortos espontáneos, muerte fetal, partos por cesárea y un alto riesgo de desarrollar alteraciones en el procesamiento de la glucosa (azúcar de los alimentos) y de los lípidos, lo que puede derivar en enfermedades como diabetes gestacional, hipertensión gestacional, preeclampsia (aumento de la presión arterial y pérdida de proteínas en la orina), hígado graso, inflamación y fallas en los sistemas antioxidantes. Además, la obesidad materna puede alterar funciones esenciales de la placenta, como el suministro de nutrientes y oxígeno al bebé, así como la eliminación de desechos. También se ha demostrado que la obesidad materna afecta el crecimiento y desarrollo fetal, aumentando el riesgo de peso elevado al nacer, malformaciones congénitas, defectos cardíacos y acumulación anormal de grasa [4].
Efectos de la obesidad en la lactancia materna
Durante la lactancia, la obesidad en las madres también impacta la transferencia de nutrientes al bebé, ya que altera la composición de la leche materna. Estas modificaciones pueden aumentar el riesgo de que los hijos de madres con obesidad desarrollen problemas como obesidad infantil, trastornos cerebrales, asma e incluso cáncer. Además, un aumento excesivo de peso durante el embarazo es una de las principales causas de problemas de salud en los bebés a largo plazo.
Otro problema asociado con la obesidad en las madres es la dificultad para establecer y mantener la lactancia. El exceso de grasa corporal afecta la producción de hormonas, lo que altera tanto la cantidad como la calidad de la leche materna. Por ejemplo, las madres con obesidad producen menos prolactina, la hormona responsable de estimular la producción de leche, en comparación con las mujeres de peso normal. Además, la obesidad suele estar asociada con alteraciones en los niveles de insulina, una hormona clave para que la glucosa entre a las células, lo que puede retrasar el inicio de la producción de leche y reducir su volumen. Estas dificultades también se relacionan con alteraciones en la función de ciertas proteínas y enzimas especializadas, como las que participan en la producción de grasas en la leche.
Por esta razón, las madres con obesidad tienden a amamantar durante menos tiempo y suelen introducir otros alimentos al bebé antes que las madres con un peso normal. Además, se ha observado que la leche de las madres con obesidad contiene menos nutrientes esenciales para el desarrollo del microbioma intestinal (el conjunto de microorganismos benéficos). Asimismo, aporta una menor cantidad de factores inmunológicos, lo que aumenta el riesgo de que sus bebés sufran infecciones [3].
Recomendaciones finales: el valor de amamantar
Después de lo expuesto anteriormente, podría parecer que enfrentamos un panorama desolador, y es natural preguntarse: ¿es perjudicial amamantar a mi bebé si tengo obesidad? La respuesta es no. Aunque es cierto que la leche materna puede verse influenciada por los efectos de la obesidad, también lo es que esta es un fluido vivo y activo, con la capacidad de autorregularse. Recordemos que el bebé es privilegiado por el organismo de la madre, y la leche materna emplea mecanismos protectores para ofrecer la mejor calidad posible, adaptándose a las necesidades del bebé. Por ello, es fundamental cuidar la alimentación durante y después del embarazo. Además, amamantar no solo favorece el vínculo afectivo entre madre e hijo, sino que también contribuye al cuidado de la salud y al desarrollo integral del recién nacido.
Referencias
[1] Modak A, Ronghe V, Gomase KP. The Psychological Benefits of Breastfeeding: Fostering Maternal Well-Being and Child Development. 2023 Oct, 9;15(10). Disponible en: https://www.cureus.com/articles/187248-the-psychological-benefits-of-breastfeeding-fostering-maternal-well-being-and-child-development?score_article=true#
[2] Reniker LN, Frazer LC, Good M. Key biologically active components of breast milk and their beneficial effects. Seminars in Pediatric Surgery. 2023 Jun, 1;32(3):151306. Disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1055858623000537
[3] Álvarez D, Muñoz Y, Ortiz M, Maliqueo M, Chouinard-Watkins R, Valenzuela R. Impact of Maternal Obesity on the Metabolism and Bioavailability of Polyunsaturated Fatty Acids during Pregnancy and Breastfeeding. Nutrients. 2020 Dec, 23;13(1). Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7822469/
[4] Zhang C X, Candia CC, Sferruzzi-Perri AN. Placental inflammation, oxidative stress and fetal outcomes in maternal obesity. Trends in Endocrinology and Metabolism. July 2024, vol. 35, No. 7.
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