Lactancia materna y saciedad: ¿cómo influyen en la salud de tu hijo?

Lactancia materna y saciedad: ¿cómo influyen en la salud de tu hijo?

Autores

Dulce María Esparza Rodríguez

Estudiante de la Licenciatura en Nutrición, Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), Universidad de Guadalajara (UdeG).

Andrea Paulina Martínez Aceves

Estudiante de la Licenciatura en Nutrición, Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), Universidad de Guadalajara (UdeG).

Teresita de Jesús Hernández Flores

Doctora en Genética Humana, Departamento de Disciplinas Filosóficas, Metodológicas e Instrumentales, CUCS, UdeG

Contacto: [email protected]


Composición de la leche materna: un buffet completo

La lactancia materna (LM) es la forma más natural y sencilla de proporcionar al bebé los nutrientes, anticuerpos y beneficios emocionales que necesita. Su composición incluye proteínas, grasas, carbohidratos, minerales y vitaminas como A, C y E, con propiedades antiinflamatorias y antioxidantes. Además, contiene glóbulos blancos que fortalecen el sistema inmunológico. También aporta hormonas como la insulina, la leptina y la grelina, las cuales regulan el hambre, la saciedad y el metabolismo del bebé, contribuyendo a la prevención de enfermedades crónicas como la diabetes, el sobrepeso y la obesidad [1].

Imagina que la leche materna es como un «menú completo» diseñado a la medida del bebé. No solo lo alimenta, sino que también le brinda una protección extra, como si recibiera vitaminas, defensas contra infecciones y nutrientes en un solo plato. Al igual que una sopa caliente que ayuda a combatir un resfriado, la leche materna está llena de anticuerpos que fortalecen el sistema inmunológico del bebé, ayudándolo a prevenir enfermedades comunes como resfriados o infecciones.

Además de ser un menú completo, alimentar a un bebé «a libre demanda» es como tener un buffet siempre disponible. El bebé puede comer cuando tenga hambre, tanto de día como de noche, asegurando así que reciba la cantidad exacta que necesita en cada momento. La OMS y UNICEF recomiendan la lactancia materna exclusiva desde el nacimiento hasta los seis meses. Esto significa que no se deben proporcionar otros alimentos ni líquidos, y que los bebés deben ser alimentados a libre demanda, es decir, siempre que lo soliciten, sin importar la hora del día o la noche [1].

Hambre y saciedad: regulación natural desde el nacimiento

La leche materna es como una «bebida inteligente» que se adapta a las necesidades del bebé, ya que no solo lo alimenta, sino que también le ayuda a regular la cantidad de leche que necesita ingerir. El hambre es la necesidad fisiológica de consumir alimentos para obtener nutrientes, mientras que la saciedad es la sensación de estar lleno después de haber comido lo suficiente.

Podemos imaginar el hambre como una alarma que se activa cuando el cuerpo necesita energía, similar a la luz de advertencia de un coche cuando el tanque está vacío. La saciedad, en cambio, es como cuando el tanque del coche está lleno y la luz de advertencia se apaga. El equilibrio entre estos procesos es regulado por el sistema nervioso central (SNC), en particular por el hipotálamo, que activa o inhibe las hormonas responsables del apetito. Entre ellas, la grelina y la leptina desempeñan un papel clave como «mensajeros» del cuerpo: la grelina actúa como una alarma que indica «tengo hambre», mientras que la leptina envía la señal de «alto», indicando que el bebé ha comido lo suficiente [2].

Cuando el estómago del bebé está vacío, se activa la grelina, enviando señales al cerebro para buscar alimento. Una vez que ha ingerido la cantidad necesaria, la leptina toma el control y le indica al cerebro que debe detenerse, evitando así el consumo excesivo de alimento [3]. Es como si el cuerpo del bebé supiera exactamente cuándo parar. A diferencia de la leche de fórmula, que sigue un patrón fijo, los bebés amamantados pueden autorregular su consumo y detenerse de manera natural cuando están satisfechos, lo que les ayuda a evitar comer en exceso. De este modo, la lactancia materna actúa como un «termómetro de hambre» que enseña al bebé a reconocer cuándo ha recibido suficiente alimento, reduciendo el riesgo de sobrealimentación. En contraste, los bebés alimentados con biberón podrían no identificar con la misma facilidad las señales de saciedad [3,4].

La microbiota intestinal: el refuerzo de defensa del bebé

Otro beneficio de la lactancia materna es que promueve el crecimiento de bacterias benéficas en el intestino del bebé. Estas no solo favorecen la digestión, sino que también desempeñan un papel clave en la prevención de la obesidad, otras enfermedades metabólicas y el adecuado funcionamiento del sistema inmunológico.

Los oligosacáridos presentes en la leche materna actúan como prebióticos, es decir, como el alimento preferido de estas bacterias, permitiéndoles crecer y mantener un equilibrio saludable en el intestino del bebé. Este proceso es fundamental para el desarrollo de un sistema inmunológico robusto y para la regulación del metabolismo energético. Además, la microbiota intestinal influye en la sensibilidad a la insulina y en la manera en que el cuerpo almacena las grasas, lo que sugiere una relación directa entre la lactancia materna y la prevención de la obesidad [5].

Imagina que la microbiota intestinal es como un «ejército» de bacterias benéficas que protegen el intestino del bebé. La leche materna actúa como su «entrenador», proporcionándoles las herramientas necesarias para mantenerse fuertes y eficaces en la lucha contra enfermedades. Del mismo modo en que una vacuna prepara al cuerpo para combatir infecciones, la leche materna contribuye al desarrollo de una microbiota saludable, ofreciendo una protección a largo plazo contra la obesidad y otros trastornos metabólicos.

Desarrollo de patrones alimentarios saludables

Adicionalmente, la lactancia materna favorece el desarrollo de patrones alimentarios saludables, ya que actúa como una «puerta de entrada» a un mundo de sabores. Los bebés amamantados están expuestos a los sabores de la dieta materna, lo que los prepara para aceptar una mayor variedad de alimentos cuando comienzan a consumir sólidos, fomentando así hábitos alimentarios más saludables.

Esto les permite estar más dispuestos a aceptar alimentos nutritivos, como frutas y verduras, a medida que crecen. En contraste, los bebés alimentados con fórmulas lácteas suelen desarrollar una mayor preferencia por alimentos ultraprocesados y azucarados, lo que puede aumentar el riesgo de obesidad. Además, el acto de succionar en el pecho permite que los bebés realicen pausas naturales mientras se alimentan, lo que les ayuda a identificar mejor las señales de saciedad. Por el contrario, aquellos que son alimentados con biberón tienden a succionar de manera más continua, lo que puede llevarlos a comer en exceso y a desarrollar hábitos alimentarios menos saludables [5].

Prevención de la obesidad infantil: evidencia científica

Finalmente, se ha observado que la lactancia materna disminuye el riesgo de obesidad, ya que estudios sugieren que influye en la programación epigenética, modulando genes relacionados con el metabolismo. Esta regulación puede ayudar al bebé a mantener un peso saludable a lo largo de su vida. Podemos imaginar el ADN como un libro de recetas que le indica al cuerpo cómo llevar a cabo sus propios procesos metabólicos. En este sentido, la leche materna actúa como una serie de notas adhesivas que señalan cuáles recetas deben usarse y cuáles no, ayudando así a prevenir el sobrepeso en el futuro.

Por ello, los bebés alimentados con leche materna tienen menos probabilidades de desarrollar obesidad en la vida adulta, ya que esta «entrena» su organismo desde el inicio para mantener un equilibrio metabólico adecuado [4,5].

Figura 1. Influencia de la lactancia materna en la regulación metabólica, inmunológica y digestiva del lactante.

Algunos estudios han comparado el tipo de alimentación durante los primeros años de vida con la probabilidad de desarrollar obesidad en etapas posteriores. Los niños que fueron amamantados, en comparación con aquellos alimentados con fórmulas lácteas (FL), presentan un menor riesgo de obesidad, siendo este efecto más pronunciado en países de ingresos bajos y medianos en comparación con los de altos ingresos. La ausencia de lactancia materna aumenta significativamente el riesgo de obesidad en la infancia [5], como se ilustra en la siguiente Tabla 1.

Tabla 1. Probabilidad de desarrollar obesidad según tipo de alimentación, edad y nivel de ingreso.
Tipo de alimentaciónRiesgo de obesidadPaíses de alto ingresoPaíses de ingreso medio/bajo
Lactancia materna exclusiva prolongadaMenor riesgoMenor efectoMayor efecto
Lactancia materna por menos de 6 mesesAumento moderado del riesgoEfecto leveEfecto moderado
Sin lactancia materna Mayor riesgoMayor riesgoMayor riesgo

Conclusiones

La lactancia materna es un método natural y eficaz para regular el metabolismo y fomentar patrones alimentarios saludables en los bebés, contribuyendo a la prevención de la obesidad infantil. Asimismo, fortalece el sistema inmunológico y participa en la regulación epigenética del metabolismo. Promover la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida puede impactar positivamente la salud infantil a largo plazo, ayudando a prevenir enfermedades crónicas como la obesidad.

Referencias

[1] Modak A, Ronghe V, Gomase KP. The Psychological Benefits of Breastfeeding: Fostering Maternal Well-Being and Child Development. 2023 Oct, 9;15(10). Disponible en: https://www.cureus.com/articles/187248-the-psychological-benefits-of-breastfeeding-fostering-maternal-well-being-and-child-development?score_article=true#

[1] Gómez Gallego C, Pérez Conesa D, Bernal Cava MJ, Periago Castón MJ, Ros Berruezo G. Compuestos funcionales de la leche materna. Enferm Glob [Internet]. 2009 [citado el 12 de septiembre de 2024];(16):0–0. Disponible en: https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1695-61412009000200020

[2] Vásquez-Garibay EM, Larrosa-Haro A, Guzmán-Mercado E, Muñoz-Esparza N, García-Arellano S, Muñoz-Valle F, et al. Serum concentration of appetite‐regulating hormones of mother–infant dyad according to the type of feeding. Food Sci Nutr [Internet]. 2019;7(2):869–74. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1002/fsn3.938

[3] Herrero G, Andrades Ramirez C. Psiconutricion: Aprende a Tener Una Relacion Saludable Com La Comida. Audible Studios on Brilliance; 2021.

[4] Vásquez‐Garibay EM, Larrosa‐Haro A, Guzmán‐Mercado E, Muñoz‐Esparza N, García‐Arellano S, Muñoz‐Valle F, et al. Serum concentration of appetite‐regulating hormones of mother–infant dyad according to the type of feeding. Food Science & Nutrition [Internet]. 28 de enero de 2019;7(2):869-74. Disponible en: https://doi.org/10.1002/fsn3.938

[5] Vásquez E, Larrosa A, Muñoz N, et al. Relación entre el perfil lipídico, los indicadores antropométricos y las hormonas reguladoras del apetito en lactantes según el tipo de alimentación [Internet]. Nutrición Hospitalaria. 2022 [citado 17 de septiembre de 2024]. Disponible en: http://dx.doi.org/10.20960/nh.04477


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