Estrés oxidativo en el embarazo, ¿un aliado incomprendido?

Estrés oxidativo en el embarazo, ¿un aliado incomprendido?

Autores

Yessica Dorin Torres Ramos

Departamento de Inmunobioquímica, Instituto Nacional de Perinatología, Isidro Espinosa de los Reyes, Ciudad de México.

Contacto: [email protected]

Josué Damián Arrevillaga Hernández

Estudiante de la Licenciatura en Bioquímica Diagnóstica, Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México.

Silvia Fuentes García

Estudiante de la Licenciatura en Bioquímica Diagnóstica, Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México.


Es común escuchar el término «estrés oxidativo», el cual representa un aumento de moléculas reactivas que, desde un punto de vista químico, están incompletas (moléculas oxidadas). Su reactividad se debe a que buscan captar electrones de otras moléculas cercanas para estabilizarse. Estas especies reactivas pueden originarse a partir de elementos como el oxígeno, el nitrógeno o el azufre. Para contrarrestar el daño que estas moléculas pueden ocasionar, el organismo cuenta con sistemas de protección antioxidante, cuya función es reponer los electrones robados por las especies reactivas. Ejemplos de estos antioxidantes son las vitaminas C y E [1,2]. Cuando se genera un desequilibrio entre la producción de especies reactivas y los sistemas antioxidantes, se puede hablar de la presencia de estrés oxidativo.

A menudo se habla de las consecuencias del estrés oxidativo y del daño que puede provocar a corto y largo plazo. Sin embargo, su comportamiento durante el embarazo resulta particularmente interesante, ya que nos lleva a reflexionar sobre cómo puede generar daño oxidativo en diversas células y, al mismo tiempo, desempeñar un papel clave en la formación de un nuevo ser.

En cuanto a la relación entre el estrés oxidativo y el embarazo, diversas investigaciones han reportado que la cantidad de especies reactivas en mujeres embarazadas es mayor en comparación con mujeres no embarazadas. Esto podría llevar a pensar que el embarazo implica necesariamente un estado de estrés oxidativo. Sin embargo, esto no es del todo cierto, ya que también se observa un aumento en los niveles de antioxidantes, cuyo propósito es mantener el equilibrio. Tanto las especies reactivas como los sistemas antioxidantes se comportan de manera similar a una montaña rusa, aumentando y disminuyendo según las necesidades del organismo [2,3].

El ascenso y descenso de especies reactivas y antioxidantes generan un equilibrio muy sensible, que puede alterarse debido a diversos factores como el estrés constante, el tabaquismo, la contaminación, la malnutrición, la obesidad y la falta de ejercicio. Estas alteraciones pueden desencadenar un desequilibrio, lo que representa una serie de desafíos tanto para las madres como para los bebés. Por ello, surge la necesidad de investigar a fondo el estrés oxidativo, comprender su funcionamiento y desarrollar estrategias para combatirlo, con el objetivo de proteger la salud del binomio madre-bebé [2,4].

El papel de las especies reactivas: implicaciones antes, durante y después del embarazo

La relación entre el estrés oxidativo y el embarazo está presente desde la concepción hasta el nacimiento. Por ello, su seguimiento se realiza semanalmente y, de manera más amplia, por trimestres, con el objetivo de evaluar los cambios que ocurren a medida que el bebé crece. Es importante destacar el papel de las especies reactivas incluso antes de la procreación, ya que están implicadas en la maduración de los óvulos. Una regulación inadecuada de estas especies puede dificultar la unión entre el espermatozoide y el óvulo, afectando así el inicio del embarazo [1].

El aumento de las especies reactivas en una mujer embarazada se debe a diversos cambios fisiológicos, como la mayor demanda de energía a medida que el bebé se desarrolla, lo que conlleva un incremento en la utilización de grasas y en la entrada de oxígeno. Esto plantea una interrogante: ¿quién es el principal responsable de este aumento de especies reactivas durante el embarazo? La respuesta no es sorprendente, ya que la placenta, un órgano temporal encargado de mantener la comunicación entre la madre y el bebé, desempeña un papel clave. A lo largo del embarazo, la placenta experimenta cambios en su comportamiento y funcionamiento, lo que influye en la producción de especies reactivas [2,3].

Las dos caras de las especies reactivas: ventajas y consecuencias a lo largo del embarazo

Durante el primer trimestre del embarazo (correspondiente a los primeros tres meses), el aumento de las especies reactivas no es tan significativo como en los dos trimestres siguientes. Esto se debe a que la demanda de energía y oxígeno por parte de la placenta es baja, lo que le permite autoprotección ante un exceso de especies reactivas y garantiza su correcta implantación. Además, en esta etapa se regulan los mecanismos esenciales para la implantación, la protección y el desarrollo del bebé. También se ha observado que durante el primer trimestre los niveles de antioxidantes son bajos, ya que aún no son requeridos en grandes cantidades [3,4].

Este proceso durante el primer trimestre es fundamental para el éxito del embarazo, ya que se ha reportado que niveles elevados de especies reactivas, junto con una baja presencia de antioxidantes, son unas de las principales causas de pérdida gestacional [5].

A medida que avanza el embarazo y se llega al segundo trimestre (tercer al sexto mes), las demandas de energía y oxígeno aumentan con un único objetivo: asegurar el adecuado desarrollo del bebé. Para satisfacer esta demanda energética, el cuerpo requiere una mayor cantidad de grasas y un incremento en la ingesta de alimentos. Al mismo tiempo, el aumento en la demanda de oxígeno está relacionado con una mayor actividad de las mitocondrias, los orgánulos celulares responsables de la producción de energía, especialmente a nivel placentario. Como consecuencia, se genera un incremento en la producción de especies reactivas. No obstante, el organismo responde a este fenómeno aumentando la producción de sistemas antioxidantes para mantener el equilibrio [2,3].

El aumento de especies reactivas y antioxidantes continuará hasta finales del tercer trimestre (últimos tres meses del embarazo). En esta etapa, los niveles de antioxidantes alcanzan valores similares a los de una mujer no embarazada, preparando al cuerpo y a todos sus sistemas para el parto. Posteriormente, tras el nacimiento, los niveles de antioxidantes vuelven a elevarse con el propósito de contrarrestar el estrés oxidativo generado durante el parto y proteger a la madre. Este aumento también cumple una segunda función: garantizar que el calostro, la primera fase de la leche materna, proporcione la defensa antioxidante necesaria para proteger al bebé mientras su propio sistema antioxidante termina de madurar. Este incremento en los antioxidantes se mantiene durante al menos ocho semanas después del parto, asegurando la transición a las diferentes etapas de la leche materna: leche de transición y leche madura [1,2].

Sin embargo, no todo tiene un desenlace favorable. Cuando se presenta estrés oxidativo durante el segundo trimestre del embarazo, pueden surgir diversas complicaciones y enfermedades que ponen en riesgo la vida tanto de la madre como del bebé. Entre los principales desenlaces adversos se encuentran la diabetes gestacional, la preeclampsia, el retraso en el desarrollo, las malformaciones congénitas y el parto prematuro, entre otros padecimientos [2,4].

Conclusiones

La principal reflexión de este texto es que no debemos satanizar a las especies reactivas, ya que, como hemos visto, desempeñan funciones fundamentales en el organismo. Podríamos compararlas con un grupo de WhatsApp de nuestras células, encargadas de la comunicación y coordinación de múltiples órganos y sistemas. Sin embargo, como ocurre con cualquier exceso, un desbalance puede ser perjudicial. Desde una perspectiva bioquímica, es esencial proporcionar al cuerpo los nutrientes adecuados (antioxidantes) para contrarrestar el daño causado por los agentes oxidantes, evitando así que nuestras células se deterioren, como una manzana expuesta al oxígeno. Mantener una alimentación equilibrada y corregir malos hábitos son acciones clave para lograr un embarazo saludable y sin complicaciones [1,4,5].

Referencias

[1] Hussain T, Murtaza G, Metwally E, Kalhoro DH, Kalhoro MS, Rahu BA, et al. The role of oxidative stress and antioxidant balance in pregnancy. Mediators Inflamm [Internet]. 2021; 2021:1–11. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1155/2021/9962860

[2] Toboła-Wróbel K, Pietryga M, Dydowicz P, Napierała M, Brązert J, Florek E. Association of oxidative stress on pregnancy. Oxid Med Cell Longev [Internet]. 2020; 2020:1–12. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1155/2020/6398520

[3] Chiarello DI, Abad C, Rojas D, Toledo F, Vázquez CM, Mate A, et al. Oxidative stress: Normal pregnancy versus preeclampsia. Biochim Biophys Acta Mol Basis Dis [Internet]. 2020;1866(2):165354. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1016/j.bbadis.2018.12.005

[4] Jovandaric MZ, Babic S, Raus M, Medjo B. The importance of metabolic and environmental factors in the occurrence of oxidative stress during pregnancy. Int J Mol Sci [Internet]. 2023;24(15):11964. Disponible en: http://dx.doi.org/10.3390/ijms2415119645.

[5] Zejnullahu VA, Zejnullahu VA, Kosumi E. The role of oxidative stress in patients with recurrent pregnancy loss: a review. Reprod Health [Internet]. 2021;18(1). Disponible en: http://dx.doi.org/10.1186/s12978-021-01257-x

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *